No alberguemos ninguna amargura o rencor contra alguien, porque cuando eso está en el corazón, no deja tener una comunión con Dios.
El perdón es una necesidad espiritual y social. Cuando una persona conoce el evangelio de Cristo, entiende que necesita el perdón del Dios Altísimo.
Todos los que ahora asistimos a la iglesia hemos sido perdonados. El Espíritu Santo te hace sentir la necesidad de obtener perdón, ahí está la acción poderosa de la tercera Persona de la trinidad. Así como Dios nos perdonó, también nos enseñó que tenemos que perdonar al prójimo.
Dice en Marcos, capítulo 11, versículo 24 al 26: "Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas".
No hay que perder la capacidad de perdonar, porque es fundamental para que la oración pueda llegar a la presencia de Dios. Como Él es un Dios justo, también nos condiciona a perdonar para ser perdonados por Él. Como también tenemos algo muy importante que recordar, que es: amar al prójimo como a uno mismo, de modo que no hay excusa para pasar más de un día enojados.
Hay que avanzar sin ningún peso que pueda impedir llegar a la meta, ninguna ira en contra de ningún hermano o prójimo. Cada día tenemos que avanzar con la ayuda del que todo lo puede, para que con Su presencia podamos cambiar el carácter o los hábitos que no son agradables a Dios. Tenemos el ejemplo perfecto en Cristo que fue manso y humilde de corazón.