Necesitamos la palabra de Dios para caminar en Su luz admirable. Vivamos siempre con hambre y sed del Dios eterno.
“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:1-12).
La palabra de Dios es viva y eficaz, tiene poder, y vivifica el alma de toda persona que la escucha y cree.
En este texto de la biblia, se nos dice que bienaventurados son los pobres en espíritu porque ellos heredarán el reino de Dios, esto significa que estas personas quieren saber de Dios, reconocen que necesitan de Dios, quieren vivir en santidad; porque el Espíritu Santo ha obrado en sus corazones y han sido libres de la atadura espiritual que tenían en sus vidas.
Por lo tanto, no tienen orgullo, maldad, no hacen ningún tipo de pecado; nada de este mundo los ata, porque ya han sido limpiados y transformados por Dios y viven en santidad.
Entrar al cielo exige vivir conforme a la palabra de Dios, estar atentos a Su sabio consejo. El Señor sabe y nos advierte cómo estamos andando. La palabra del Señor nos hace sentir que necesitamos de Él, porque está dentro del corazón y en cada situación está presente guiando todo lo que hagamos.
El apóstol Pablo reconocía que tenía una debilidad y reconocía que necesitaba de Dios y esa es la forma; depender siempre del Dios que es grande y poderoso.
Mirando la palabra del Señor nos damos cuenta que lo eterno es lo espiritual y que, por tanto, tenemos que buscar lo de arriba, buscar al Creador de todos nosotros, porque Él es el dueño de nuestras almas y a Él le rendiremos cuentas un día por todo lo que hayamos hecho.
Por el espíritu hagamos morir las obras de la carne y viviremos eternamente con Cristo.