No permitas que el enemigo de nuestras almas te engañe y malogre tu corazón.
Hemos aprendido a confiar en Dios y a depender de Él, porque es el único que sabe lo que necesitamos. No es con nuestra fortaleza sino con el poder del Señor, como lo dijo en Su palabra, que lo lograríamos con su Santo Espíritu.
Al reconocer su poder y todo lo que ha hecho en nosotros, es cuando estamos mejor, debido a que no hay orgullo ni autosuficiencia. Solo un corazón que se conserva humilde podrá crecer espiritualmente.
Hay que velar y orar y estar vigilantes, no nos podemos quedar dormidos, porque el enemigo de nuestras almas está alrededor de nosotros buscando a quién devorar, y estamos en pie de guerra, esta es una realidad, solo con Su poder venceremos. Si construimos una vida de oración, estaremos siempre victoriosos.
No permitas que, entre el pecado, la mentira o la rebeldía. Cuida tos ojos y todo tu ser.
Hay que actuar como Dios lo manda en su palabra, y hacer lo recto delante de Él.
Dice en 1 Timoteo 4:16: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”. Esto significa que lo que yo deje entrar a mi corazón, eso también voy a querer que otros lo encuben dentro de sí. Pero cuando estamos parados firmes sobre la Roca que es Cristo, tenemos autoridad para corregir a otros y prevenir que caigan en algo malo. Sigamos siendo lumbreras en este mundo.